Maria Teresa Nina

Las puertas del mercado se abren como un suspiro, y la anticipación se cierne en el aire. Los productos, aún adormilados, se despiertan al calor de las sonrisas radiantes de los vendedores, quienes observan con cariño a las personas que se acercan a sus puestos. La energía que fluye es palpable, capturada en fotografías que nos transportan al epicentro mismo de la acción, donde cada instante se viste con una vitalidad que todo ser humano anhela sentir. Esta energía es como un abrazo suave en una mañana fría, sencilla pero transformadora. Los vendedores, con sus arrugas marcadas por el tiempo, se erigen como los verdaderos protagonistas, portadores de historias inscritas en sus gestos y sonrisas arraigadas en la sabiduría de sus experiencias compartidas. En este escenario encantado, las especias exóticas despiertan los sentidos, las frutas exquisitas danzan con la promesa de sabores frescos con en una paleta de tonalidades que ilumina el alma del lugar. Cada fotografía es un paseo por una danza cromática donde la luz de la madrugada acaricia los rincones silenciosos, revelando el bullicio tranquilo de una mañana. Deseo que en este proyecto se llegue a transmitir que el mercado no es solo un lugar, sino un poema visual que narra la historia de la vida cotidiana, donde la simplicidad se convierte en una fotografía a contemplar.